6 de setembro de 2016

Entrevista a Jacques-Alain Miller, por Jean-Pierre Cléro y Lynda Lotte para Cités (fragmento)


El psicoanálisis: «políticamente es un señuelo»



J.-A. Miller: —Le responderé rápidamente. El psicoanálisis, ¿revolucionario o reaccionario? Es un Jano. Políticamente es un señuelo. ¿Se hace de él hoy en día un uso político explícito? En los debates de la sociedad se le hace decir lo  que está a favor y en contra. ¿Qué es que está implicado a través de su doctrina? Que un psicoanalista está ahí para hacer psicoanálisis, accesoriamente para hacer avanzar el psicoanálisis, y para expandirlo en el mundo, y si interviene en los debates públicos con ese fin, está muy bien. Ahora, detallémoslo.

Revolucionario, el psicoanálisis por cierto no lo es. Durante la época en la que se hablaba todavía de la revolución, hacia 1968, Lacan evocaba la revolución de las órbitas celestes. Una revolución está hecha para volver al punto de partida. El psicoanálisis es llevado a poner en valor lo que puede llamar las invariantes antropológicas más que a ubicar sus esperanzas en los cambios de orden político. Pretende operar en un nivel más fundamental del sujeto, el del inconsciente, y que no conoce el tiempo o, más bien, en el que los puntos del espacio y tiempo están en relación topológica y no métrica: lo más distante se revela de golpe como lo próximo. El psicoanálisis es por lo tanto con gusto del partido nihil novi, que profesa que cuanto eso más cambia tanto más es lo mismo, salvo que eso puede empeorar puesto que se creyó que sería mejor.

El psicoanálisis no es revolucionario, sino que es subversivo, lo que no es lo mismo, y por razones que yo he esbozado, a saber que va en contra de las identificaciones, los ideales, los significantes amo. Por otra parte, todo el mundo lo sabe. Cuando ustedes ven a alguno de sus próximos en análisis, temen que dejen de honrar a su padre, a su madre, a su esposo y al buen Dios. Se lo ha querido hacer más adaptativo que subversivo pero en vano. ¡Antes bien! Cuando el sujeto es subvertido, cuando es destituido de su dominio imaginario, sale de la caja de su narcisismo, y tiene una oportunidad de hacer frente a todas las eventualidades.

Ahora, atención, cuanto más cambia tanto más es lo mismo, sin duda, pero eso cambia. Que siga siendo lo mismo quiere decir que lo que usted gana de un lado, lo pierde del otro, y que eso no se reabsorbe. Entonces, si bien es subversivo, el psicoanálisis no es lo por lo tanto progresista, ni tampoco reaccionario. ¿Acaso es desesperado? Digamos que opera con la esperanza. Es la ablación del Príncipe Esperanza, para retomar el título para matarse de risa de Ernst Bloch. De ahí resulta un alivio seguro.

Con este hecho, los psicoanalistas no solamente no son militantes, salvo a veces, y no necesariamente para su felicidad, la del psicoanálisis, sino que más bien son llevados a decepcionar a los militantes. De ello resulta que están sobrepasados por las consecuencias de su operación. Eso hace vacilar los semblantes, en particular las normas que temperan la relación sexual insertándola en la familia y en el orden de la procreación. Los psicoanalistas hubieran querido que esos semblantes se mantengan hasta el fin de los tiempos. Y bien, para nada. El derecho natural, que se perpetuaba bajo formas diversas desde antaño, ha recibido el impacto. Junto con los daños sensacionales que el psicoanálisis hizo en la tradición se unieron, como por milagro, las posibilidades inéditas ofrecidas a través del progreso de la biología, la procreación asistida, la clonación, el desciframiento del genoma humano, la perspectiva que el hombre se vuelva él mismo un organismo genéticamente modificado.

Entonces, el Nombre-del-Padre no es más lo que era. Hace largo tiempo que aleteaba, Balzac hubiera dicho desde el regicidio francés, desde la desaparición de la sociedad del orden, y del coqueteo planteado hacia los asuntos del mundo por el capitalismo, como lo previó el Manifiesto comunista. Lacan notaba ya en 1938, como un hecho adquirido, el declive social dela imago paterna, luego en los años 1950, el complejo de Edipo no podría indefinidamente mantenerse en nuestras sociedades. Estamos en eso. La decisión de la Corte Suprema de la que hablaba al comenzar abre la vía del matrimonio gay y lesbiano. La derecha religiosa pide el voto de una sanción en la Constitución que define al matrimonio como un lazo heterosexual con finalidad reproductiva. La iglesia se moviliza. La guerra de la civilización, pero interna, será apasionante para seguirla.

El psicoanálisis es subversivo mientras que los psicoanalistas son espontáneamente conservadores. Con mucho derecho, puesto que el cambio simbólico se pagará. Pero de todas maneras, ¡qué ceguera será no reconocer allí las consecuencias de su acción!

Cités: —¿Pero qué es ahora entonces el primado acordado de falo?

J.-A. Miller: —¿Quién otorga este primado?

Cités: —El psicoanálisis

J.-A. Miller: —Si en el campo que es el de ustedes, proceden a un ordenamiento de los símbolos de poder, no tendrán duda sobre el primado inmemorial del falo y sobre el primado político viril. Esta configuración ha entrado en contradicción con el espíritu de la modernidad, los derechos del hombre, si puedo decirlo, el desarrollo de las fuerzas productivas, etc., y apenas hace cincuenta años que en Francia se renunció al monopolio electoral del falo, la mitad menos del tiempo con que el aborto fue legalizado. Fue ayer. ¿La nueva noticia ya alcanzó a un inconsciente que da vueltas en el mismo sillón desde hace tiempo y que, por lo demás, no conoce el tiempo? El psicoanálisis no otorga ningún primado al falo, lo reconoce puesto que es lo que le suministra su experiencia. Del cuerpo del macho es tomada la forma que simboliza por excelencia la turgencia del goce, forma gloriosa que sublima una realidad que lo es menos, para serlo por eclipses. Es sin duda por su carácter a la vez cautivante, visible y disipable, transformista, entre presencia y ausencia, que el órgano erigido del macho pasa al estado de significante y de significación.

Reconocerlo es al mismo reconocer la “significación fálica”, como decía Freud, se va más lejos de su punto de partida. Esta significación y el órgano macho, eso hace dos. Nada está más facilizado que el cuerpo femenino, y especialmente cuando su falta está puesta en evidencia. Alrededor de esta falta, y en particular cuando se ha señalado sobre el cuerpo de la madre, Freud hace girar su clínica. Muestra que el encuentro con las modalidades de esta falta tiene una función decisiva en cuanto a la elección de la neurosis y de la orientación sexual.

Ahora bien, preguntémonos cuál ha sido de hecho el alcance político de los descubrimientos del psicoanálisis al respecto. ¿Fue jugado en el sentido de justificar el privilegio político viril por una especie de derecho natural? Es lo contrario. El psicoanálisis ha puesto a la luz el montaje significante del primado del falo. El falo es un semblante: lo real en juego es el goce; la norma sexual es un artificio; el deseo no tiene objeto natural como tal, es perverso. Como último término, Lacan dijo que no hay relación sexual, que el modo de gozar no está programado en la naturaleza a nivel de la especie humana, que se establece de forma diferente para cada uno de los sexos, y, en otro nivel, para cada uno, uno por uno. ¿Por qué, si no, el feminismo francés de los años 1970 se hubiera reagrupado alrededor de Lacan, para estudiar sus textos?

Sin duda los psicoanalistas, Freud mismo, estaban en retraso sobre el psicoanálisis, sin duda se han mostrado sobrepasados por las consecuencias de su acto, sin duda lo están todavía. Han abierto la caja de Pandora y, como Pandora, ellos querrían cerrarla, pero es en vano. No les pidan compartir las esperanzas de los militantes. Incluso el montaje “Nombre-del-Padre y significación fálica”, que temperaba deseo y goce, está sometido ahora a una dura prueba en todos los niveles de la civilización, y da muestras de su insuficiencia. Para hablar como Lacan, su decadencia se acompaña del ascenso al cenit social del plus-de-gozar. Me parece que podríamos ponernos de acuerdo en decir que la persecución del goce, de ahora en adelante, es una idea nueva en política.

Jacques-Alain Miller: Punto cenit, Política, religión y el psicoanálisis, Colección Diva, Buenos Aires, 2012, página 29.

En versión original (francés):
Miller Jacques-Alain, Clero Jean-Pierre, Lotte Lynda, «Lacan et la politique», Cités 4/2003 (n°16), p. 105-123.


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